Febrero llegó
Febrero, el mes que me arrebató, hace un año,
lo que más amaba en este mísero mundo.
Contrario a lo que todos esperan, el mes de
amor y de amistad, y de detalles materiales que quedan en el olvido y arrumados
en alguna esquina de las habitaciones, mi febrero trae dolor y unas
interminables ganas de que apenas empiece el mes, también acabe. Y que cuando
acabe se lleve a su paso lo que dejó en mi corazón, la tristeza, la pena y la desolación
por haberme quitado lo que más quería.
Y es que hay cosas que no todos saben, pero el
año pasado, justo en febrero, perdí a dos seres. Uno, el que más amaba, murió por
causa natural, y al otro –tal como yo lo conocía- lo maté yo.
Ambas pérdidas dolieron de diferentes maneras,
ninguna es comparable porque el amor no era el mismo; la última era necesaria
para abrir mis alas y crecer como persona y profesional, no obstante, la primera
me dejó una pena que cargo cada día conmigo, pero también me enseñó muchas
cosas.
Aprendí que nunca es suficiente el tiempo que
compartes con alguien, que nunca basta con esperar recibir una llamada o un
mensaje, aprendí que siempre pero siempre necesitarás a ese alguien que te da
palabras de aliento cuando ni tú misma tienes fuerzas para seguir, aprendí que
el tiempo es relativo, que el amor no es pasajero, que las enseñanzas son para
siempre, que el recuerdo no muere y que el olvido, muchas veces, nunca llega.
Comentarios
Publicar un comentario